El mediano más poderoso "MERCEDES-BENZ C63 AMG"

Es complicado analizar a un modelo de Mercedes-Benz, ya que los parámetros para evaluar deben ser más altos y exigentes. Por la calidad de sus componentes y sus altísimos niveles tecnológicos, no es habitual encontrar aspectos que merezcan una fuerte crítica. ¿Cómo enfrentarse, entonces, a una versión AMG? Si el listón estaba alto ahora parece inalcanzable. Es que se trata de lo más exclusivo y deportivo de una marca que ya está en la cumbre del "monte premium". El desafió se llamó C63 AMG. Y la postura frente a esta bestia domesticada, pero bestia al fin, fue tratar de absorber las sensaciones que es capaz de entregar y, por otra parte, buscar entender al cliente de un modelo como este.

Primero conviene hablar un poco de técnica. Este vehículo toma como base al Mercedes-Benz Clase C convencional. Todas sus modificaciones y adaptaciones están pensadas para lograr un mayor rendimiento deportivo. La principal es su motor, que en este caso es un V8 de 6.208 cm3, capaz de entregar una potencia de 457 caballos. No hay en el mundo un sedán de este tamaño, fabricado en serie, que sea tan potente. Otro cambio significativo es el ensanchamiento de las trochas (distancia entre las ruedas de un mismo eje). Adaptaciones en la caja de siete velocidades, frenos más potentes, neumáticos más grandes y un esquema de suspensión delantera son las otras modificaciones mecánicas significativas.

La prueba se realizó en el Autódromo de Buenos Aires. Con sólo entrar al habitáculo se percibe que no estamos sobre un Mercedes normal. A simple vista se aprecia un interior hecho con mayor dedicación y materiales de mayor calidad que los que habitualmente utiliza la marca. También aparecen elementos nuevos, como el volante con mayor grosor y con la parte baja del aro aplanada, y las aletas que están detrás del volante para pasar o bajar las marchas.



Pero todo lo percibido se desvanece momentáneamente cuando ponemos en marcha el motor. Su ronco sonido nos dibuja en la cara una sonrisa de niño, mezcla de emoción e intriga. Las ganas de empezar a acelerar no se aguantan. Ponemos la selectora en Drive y, a la pista. Las primeras aceleraciones nos vuelven a dibujar la sonrisa en la cara. El balance del auto es asombroso, siempre parejo en cualquier sector de la pista, ayudado, claro está, por la asistencia del control de estabilidad. Luego de unas cinco vueltas con la caja en modo automático, cambiamos al modo Sport, que ofrece un paso de marcha un 30 % más rápido y un control de estabilidad más "permisivo". El manejo se vuelve más deportivo pero obliga a una mayor concentración, ya que se transita con mayor velocidad y la cola empieza a deslizarse si exigimos de más con el acelerador. Al final de la recta el velocímetro acaricia los 230 km/h. Y hay que pararse sobre el freno porque la curva llega más rápido que nunca. La caja hace un "punta y taco" perfecto, acelerando el motor al momento del rebaje para reducir el momento de retención del motor.

Luego de manejar y exigir a este bólido que cuesta US$ 129.900, seguimos preguntándonos porqué un cliente necesita tanto en un auto. La única certeza que obtuvimos fue la sensación de pilotar uno de los deportivos más encumbrados del planeta.

Gabriel Silveira